sábado, 16 de diciembre de 2017

Vacaciones: tiempo de vacío fértil


El silencio no es la ausencia de sonido, sino un deslizamiento de la atención hacia los sonidos que le hablan al alma” Thomas Moore
Todas nuestras actividades siguen un ciclo, tienen un inicio y un fin. Por ejemplo, imaginad que alguien siente hambre, toma consciencia de esa necesidad, se levanta y va hacia la nevera para buscar algo de comer, come hasta que se siente saciado y luego vuelve a su estado de reposo. Ahora imaginad que esa persona simplemente no pudiera sentirse saciado y no parara de comer. Es difícil pensar que eso sería algo saludable: por mucho que esa persona hubiese empezado disfrutando de la comida muy pronto empezaría a sentir náuseas y malestar. Esto es lo que en terapia gestalt se llama ciclo de contacto-retirada o ciclo de la experiencia. Toda nuestra vida es un contínuo ir y venir en ese ciclo en que la exitación-contacto se asociaría con cualquier forma de actividad o trabajo y la retirada con el reposo y el descanso.
Las vacaciones son el periodo que supuestamente dedicamos a descansar de la actividad del año. La palabra vacaciones proviene del latín vacatio (vacío). Tomando el origen etimológico de la palabra podemos pensar en las vacaciones como un tiempo para vaciarse. Curiosamente, en español no existe ninguna acepción positiva para referirnos al vacío en el contexto de las emociones: decimos “me siento vacío” cuando en realidad deberíamos decir me siento carente de sentido o de propósito de vida, hablamos de vacío para referirnos a un vacío existencial. Ese estado, al que nos referimos en gestalt como vacío estéril, nos resulta desagradable, sentimos angustia o dolor y nos sentimos impulsados a huir hacia delante, a llenarlo con lo que sea: con actividad frenética, con consumismo, con relaciones superficiales, incluso con la música que nos acompaña a todas partes no para ser escuchada sino para no escucharnos a nosotros mismos. Es el vacío que sentimos en el parapadeo existencial que se da en el momento de reposo entre dos ciclos de contacto, y es el mismo al que nos aboca la vida cada vez que perdemos algo que amamos: la muerte de un ser querido, el final de un trabajo o una relación, etc. Nos pasamos la vida intentando huir de ese vacío existencial. En esa huída frenética no paramos de llenarnos de síntomas (angustia, compulsividad, adicciones, obsesiones, problemas de sueño, etc.) y estrechamos nuestra percepción hasta tal punto que ya no somos capaces de escuchar el mensaje que se esconde detrás del vacío. Tememos escucharlo porque tememos lo que nos pueda decir: nos da miedo sentir disgusto ante quienes somos y hacia dónde estamos dirigiendo nuestra vida. Retomando la cita con la que empezaba el artículo dejamos de prestar atención a “los sonidos que le hablan al alma”.
Escuchar esos sonidos en el silencio implica estar presentes, sin tratar de planificar cada día sino dejándonos estar en ese vacio. Atravesar la angustia que podemos sentir al no hacer nada y no pretender cambiar esa sensación, no hacer ningún esfuerzo por llenar ese espacio en blanco. Sólo así podremos llegar a permitir que nuestros deseos más genuinos emerjan momento a momento, y llegar a esa otra forma de vacío que es el vacío fértil, donde podemos ver aparecer en nosotros emociones que desconocíamos, nuevas posibilidades, caminos inexplorados en nuestra vida, etc.
Reflexionar acerca del vacío nos puede servir para tomar consciencia acerca de como cada uno se plantea ese espacio de supuesto descanso que son las vacaciones. Seguramente nos daremos cuenta de que a menudo nos planteamos las vacaciones como un espacio por llenar, intentar hacer algo productivo con nuestro tiempo libre: leer todos los libros que no pudimos leer, hacer todo lo que postergamos durante el año, viajar sin tiempo recorriendo lugares sólo para poder poner una señal en el mapa, preparar proyectos para el próximo año, etc. El riesgo al que nos enfrentamos entonces es a seguir llenando hasta el agotamiento ese vaso que está a punto de ser colmado y al final del camino terminar dándonos cuenta de que tratando de aprovechar nuestro tiempo hemos terminando desaprovechando nuestra vida.
Necesitamos vaciarnos, recorrer del todo ese ciclo de contacto – retirada y permitir que el vacío se haga en nuestra vida. Porque es estando en el vacío como podemos aclarar nuestro campo de visión y permitir que aquello que emerja ante nosotros sea lo que verdaderamente nos importa: un proyecto de vida en el que realmente podemos sentirnos involucrados, un nuevo camino o una nueva perspectiva acerca de nuestros problemas. Finalmente también es en el vacío dónde los afectos se hacen más claros y dónde podemos volver a encontrarnos y compartir nuestro tiempo con las personas que queremos y que nos acompañan en la vida a menudo casi sin que nos demos cuenta, muchas veces apartados a un lado o postergados por las urgencias del día a día.
¡Felices vacaciones!

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